La inspiración en las cosas rudimentarias (2011)
Alexis Yebra / La inspiración en las cosas rudimentarias
Alban Martínez Gueyraud
crítico de arte, miembro de AICA
E l artista argentino Alexis Yebra (Capital Federal, 1967) presenta en la galería Fábrica su primera exposición individual en nuestro país titulada Serie subte Asunción. Se trata de un conjunto de pinturas recientes de mediano formato. Yebra, quien desarrolló gran parte de su lenguaje creativo desde Mendoza, pertenece a una nueva generación de pintores abstractos argentinos, cuya obra es especialmente cosmopolita , y que explora la posibilidad expresiva de ciertos recursos mínimos, apelando, a la par, a la historia del arte occidental y el oriental para redescubrir arrinconadas tentativas.
El trabajo de Yebra se halla elaborado a partir de un número escaso de elementos retóricos: color, composición y gesto, presentados a su vez de manera muy simple. No recurre, por tanto, a ciertos logros de la modernidad -y posmodernidad- para ofrecernos imágenes concluyentes, sino que alcanza figuras poéticas cuya fragilidad justamente las vuelve más poderosas. Su lenguaje no es dogmático, sino por entero experimental, repleto de pausas y con la apariencia de un discurso elaborado a partir de fragmentos. Propios del medio, sus recursos nos hablan de la delicadeza de la pintura, pero también de su increíble poder, asomándose a espacios puramente trascendentes.
En la serie presentada en esta muestra se perciben tres características significativas que, a modo de aproximación interpretativa, merecen ser reflexionadas. La primera es que las pinturas fueron realizadas en Asunción. No es obra concebida y realizada en otro lugar, sino enteramente elaborada aquí. Es de suponer, tras un primer razonamiento, que estas piezas hablen de la relación del artista con el tiempo en esta ciudad.
Con sus tratamientos informes, simbólicos, casi místicos inclusive, del espacio de la experiencia, el pintor sugiere su relación con Asunción, y a través de ellos nos permite reconocer que las imágenes del mundo subterráneo urbano pertenecen también a las cualidades esenciales que distinguen esta serie. Por tanto, la materia de sus pinturas refleja un tiempo histórico y cultural, no natural. La materia que vemos constituye asimismo la materia concreta de la vida diaria, de las cosas rudimentarias, las que percibimos en nuestros paseos por Asunción: los papeles que pegamos, rasgamos y desechamos, los escritos automáticos, las pintadas y repintadas de las calles que transitamos. Yebra quiere mediar entre esta ciudad y nosotros, nos hace reflexionar sobre lo real imposible que en ella habita, nos propone retransitarla psíquicamente, nos insinúa la realidad superior del más allá, pero que, paralelamente, nos va trayendo más acá.
Un segundo aspecto explicativo radicaría en que su obra inviste algo que se aproxima a ciertos medios de expresión poética japoneses y, por ende, al budismo zen . Cada trabajo muestra claramente su técnica, manifestando las sutiles imperfecciones de sus componentes y del proceso artesanal, así como de la gestualidad de la mano del artista. Pinceladas, manchas, estampaciones, collages, texturas diferentes: todos estos detalles del gesto se convierten en el centro de su obra y, como los poemas orientales, poseen toda la integridad, la plétora, el vacío mismo de una gota de agua.
En los versos japoneses pareciera que las cosas no pueden expresar ni hacer pensar más que aquello que ellas mismas son. Haciendo una analogía, podemos decir que al contemplar una pintura de Yebra no habría complejas lecturas que descubrir más allá de la propia obra, fuera de la sutileza de sus formas, la austeridad de los colores y la honestidad en el uso de los materiales. La sencillez con que este artista recrea en su pintura los detalles del gesto no arroparía un significado distinto al gesto en sí.
El tercer atributo hermenéutico estaría en que, gracias a la contemplación en el propio proceso de creación, sus obras resultan íntimas, serenas y orientadas hacia el interior. La obra de Yebra abandona el mito de la pintura como representación visual de la realidad para lanzarse a una búsqueda de la revelación por la luz y la densidad mundana de la materia. Consigue infundir a la superficie inanimada una intensa irradiación y una alta capacidad de evocación. Si bien se trata de una realidad sensorial, un aura espiritual envuelve, como si algo evidente fuera, cada una de sus obras.
En efecto, cuando se inspira, Yebra lo hace a través de la meditación, con el convencimiento de que la revelación alcanza su comprensión en la encarnación material y cromática que el arte de la pintura hace posible. La meditación es el tiempo de la penumbra, del encuentro con las imágenes desfiguradas de la realidad, de la fantasía, pero también ofrece un camino de transformación del entendimiento y del alma, pues ella -la meditación- entiende el camino de la vida como un camino de total conversión. Para ello es preciso alterar los valores del mundo y poner en la tierra lo celestial; en definitiva, la pronunciación interior de nuestros espíritus.
Asunción, julio 2011