Acerca de “A la sombra lunar de las palabras” de Alexis Yebra
En ciertas noches, la luna revela huellas. Son inscripciones cósmicas que interrumpen lalactescencia que la mítica ha celebrado, que cantos milenarios han subrayado en su contrapunto con una oscuridad circundante al disco lunar. Contra esa penumbra se ha maginado una rebeldía de nuestro satélite, que brilla —eso sabemos— con la incongruencia de una luz que no es propia.
Un desequilibrio primitivo puede ser asignado a esas cicatrices que descomponen la homogeneidad que el ojo desnudo puede reconocer como predominantemente blanca. Y, por supuesto, la blancura es a veces asediada por sus propias fases, ciclos estables que la desaparecen en el manto oscuro sobre el que flota.
El accidente gris recupera en la pintura de Alexis Yebra el vestigio de ya quemados meteoros, y deviene textura sobre la cual inscribir restos gestuales: se trata de una escritura que parece renegar de sí y abandonarse en un instante de vestigio. Como la caligrafía de quien desconoce la lógica de las palabras, estos trazos superviven como poemas visuales, alrededor de los cuales la geometría orbita en discos y líneas, conformando microcosmos celulares o radiancias.
Cierta violencia marca, censora, el repliegue significante de unos trazos, y habilita al mismo tiempo un énfasis en formas. En medio de garabatos, textiles se revelan como otra grafía, en que motivos de encajes parecen presentar mayor resistencia al abismo del significado al que son enfrentados. Ambos registros, sin embargo, están atravesados por la tachadura; estrategia dominante de estas pinturas en que lo negro que se destaca velando superficies y fragmentos podría devenir, en algún punto, nueva superficie de inscripción: negativos de la pizarra blanca de la luna, estas franjas sombrías se revelan dispuestas a recibir sus respectivas colisiones:
palabras astilladas, de las que apenas sobrevive un eco coreográfico y formal; fragmentos de motivos bellos; y aparentes plantillas.
Y aun así, en medio de esta obliteración del signo, y a través de la humareda que se impone sobre lo blanco, sobre lo gris, algo lucha para sobrevivir a la oscuridad; algo recorre bandas de tendencia abstraccionista y se rescribe sobre la herida de la sombra como suturas. Estos parches retroceden sobre la edad dramatizada a la que parece apuntar el gesto pictórico, y delinean la estructura de una ruina artificial, ahora reorganizada como la búsqueda de una forma de iluminación.
Damián Cabrera
Asunción, agosto de 2019