Hay algo que resiste a ser escrito. Un hueco. Un agujero en el pecho en el cual, como decía Henri Michaux, sopla un viento terrible. Algo que da ímpetu y agobia a la palabra.
Imposibilidad de decir todo, aunque también, de mostrarlo. No hay en la imagen una correspondencia unívoca. Se trata más bien del escenario de una ausencia, de algo que ya no está o que, quizás, jamás estuvo allí. En todo caso, sólo quedan cenizas de aquel fuego.
¿Cómo mostrar entonces ese hueco que la lengua bordea y merodea? ¿Cómo decir los restos cenicientos de esa lumbre?
Tejida a la luz de estos interrogantes, la serie aquí expuesta no tiene otra pretensión que la de un vagabundeo por un territorio plagado de desvíos azarosos y de rodeos ineludibles.
L’Economie du regard : cible, leurre et proie (Economía de la mirada: blanco, carnada, presa)
La obra pone en escena el juego de la mirada en el espacio donde, como en un coto de caza, ella se
despliega. Se trata de un espacio paradójico pues, lo que se muestra, es la escena de una ausencia, de
algo que ya no está o que, quizás, jamás estuvo allí. He aquí el señuelo de la mirada, la carnada que deviene su blanco. Sin embargo, no puede más que resultar una operación de apresamiento perpetuamente fallida, en la medida en que la mirada, como el perro en la fábula de La Fontaine, suelta su presa por la sombra.